Título: El hombre que tiembla (2020)
Autor: Andrea Pomella
Editorial: Altamarea Ediciones
¿Cómo se habla de una enfermedad que la mayor parte de la sociedad pretende no ver? ¿Cómo explicar lo que se siente cuando alguien que no lo ha sufrido no puede ni siquiera creer en ello? ¿Cómo narrar la depresión? Son preguntas cuyas respuestas están en El hombre que tiembla, una narración en primera persona de un enfermo de uno de los trastornos más complejos de la historia de la humanidad.
No es una novedad que un autor o autora vuelque en un libro sus experiencias con y por la depresión. El genio artístico ha estado muy unido a este tipo de trastornos mentales. Sin embargo, muchas de las manifestaciones artísticas eran más un grito desesperado ante una enfermedad que ni siquiera era considerada como tal. Muchos y variados son los ejemplos, desde las obras pasionales de los míticos románticos decimonónicos suicidas a ejemplos más actuales como los poemas 'depresivos' de Alejandra Pizarnik. Pero, ¿un depresivo puede tener un final feliz? Andrea Pomella, para poder contárnoslo, primero tuvo que «volver a ser de este mundo».
El 'casco' de la depresión
Andrea Pomella narra su propia historia en esta novela aparecida por primera vez en italiano en 2018 en la editorial Einaudi con el título L'uomo che trema. El autor narra sus experiencias, su vida como depresivo crónico en una escritura casi terapéutica que consigue que el lector comprenda, o descubra quizás por primera vez, la gravedad de esta enfermedad invisible. La búsqueda de la causa inicial, la necesidad de encontrar el objeto o sujeto al que culpar por esta enfermedad, llevan al protagonista a analizar toda su vida para concluir desde las primeras páginas de la narración con la resolución de que el culpable de su enfermedad es su propio cuerpo. La ausencia de conexiones químicas provocan la ansiedad, el miedo, las ganas de huir y, en sus propias palabras, «la insignificancia de su existencia».
Depresión explicada por un superviviente
La diferencia con otros relatos sobre la depresión es que Andrea Pomella la cuenta porque la ha sobrevivido, de un modo u otro. De ahí la importancia de su relato, un enfermo que puede usar la escritura como terapia para contar al mundo lo que pasa por su cabeza y la de tantas personas que sufren una enfermedad incomprendida por la mayoría. No obstante, la novela de Andrea no es solo sobre Andrea, su familia cobra especial importancia en su relato, en concreto, su esposa Grazia. Una persona que ha sufrido y superado la depresión, por lo que es capaz de entender a la perfección lo que sufre su marido. Y es que la depresión no es solo para el protagonista, es para todos y cada uno de los que le rodean. Incluso su hijo de apenas siete años entiende que su papá, a veces, está triste. Una definición de la depresión no solo para niños, 'estar triste' es la definición canónica difundida por el tabú social de la depresión. Una expresión que minimiza a escala hiperbólica la importancia de una fórmula química, a veces, sin solución. Pero Andrea Pomella consigue en su narración establecer la fórmula perfecta para dirigirse a todos, incluso a aquellos que no comprenden, compartiendo con el lector la verdad universal sobre esta patología: «[Esa persona] no puede percibir la realidad como yo la percibo porque [esa persona] no está deprimida como yo lo estoy».
Andrea Pomella y Carlos Clavería Laguarda: una sola voz para narrar la depresión
Definir la depresión con sus colores, sus formas, sus sensaciones es un mérito de la narración autobiográfica de El hombre que tiembla; un narrador que encuentra continuamente las palabras y el modo para explicar o dibujar la realidad de los depresivo/as. Incluso, para esbozar la realidad irreal de los que no la padecen: «Para alguien aquejado de depresión las visiones son claras, sin niebla. Una persona no aquejada de depresión tiene, por el contrario, una visión desenfocada, vive de fantasías, interpreta, completa las formas de lo que ve como un niño que se enfrenta a las primeras figuras geométricas. La opacidad es cosa de sanos. Lo es porque el hecho de no ver la forma exacta de las cosas es el dispositivo natural a través del cual nos salvamos a nosotros mismos». Una comparación imposible para quien no ha visto las dos realidades; para quien no ha comprendido que el ser humano inventa la realidad para sobrevivir. Ver esa realidad es la condena de la depresión.
Para nosotros, la realidad de Pomella tiene un añadido más, la lengua que nos la narra. La voz de Andrea Pomella tiene en la traducción para Altamarea Ediciones el tono grave de la prosa de Carlos Clavería Laguarda, autor de otros títulos para Altamarea como la novela Un millón de ejemplares vendidos (2020). El traductor se mimetiza con el escritor italiano y demuestra ser la voz que Pomella habría tenido en nuestra lengua. Una narración nítida en una primera persona que no se disloca en ningún momento de la narración. El hombre que tiembla es otra muestra más de la sensibilidad con la que esta editorial mima cada una de sus ediciones.
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